VI. La 'cero tolerancia' y los encierros
La
historia del capital es su extensión en las
tierras comunales. —Colectivo
norteamericano Midnight Notes Los
regímenes totalitarios
aborrecen las lealtades y amistades locales. Los estados totalitarios quieren
sustituir los vínculos sociales locales con una menú de espectáculo y
anuncios servido por poderosos medios de comunicación. Las
democracias neoliberales, encabezadas por los Estados Unidos con su política de
"cero tolerancia" que abarca un amplio abanico de conducta que no le
conviene, parecen más monolíticas y totalitarias
por cada
año que pasa. Convencidas de que su sistema es superior a cualquier otro,
quieren eliminar toda oposición. Es
posible que la cero tolerancia tenga sus raíces en la scientia
sexualis postulada por Foucault, según la cual hay que averiguar la
"verdad" de la sexualidad, y para lograr a esto, hay que describirla
verbalmente. Es un concepto de los países occidentales después del Siglo de
las Luces. Es un fenómeno ajeno a culturas como las de China, Japón, India y
el Imperio Romano, en el que predominó el concepto de ars erotica, en la que el
sexo era secreto. Una vez que el sexo se declara, puede ser delimitado y
controlado. El
profesor David William Foster opina que, Existen
diferencias cruciales entre la visión mediterránea prevaleciente de la
homosexualidad... y la visión que ha dominado en la cultura angloamericana
desde que en el siglo pasado se definió médico-jurídicamente la
homosexualidad de modo que cualquier experiencia homoerótica, sin importar que
tan insignificante sea, puede poner en riesgo el estatus masculino de un
hombre... En contraste, aunque el carácter médico-jurídico se presenta también
en América Latina, no se encuentra esencialmente dominado por el principio de
la sospecha sexual universal que ha llegado a definir el modelo angloamericano.
En
una observación semejante, la antropóloga
Mara
Viveros Vigoya nota que el racismo latinoamericano tiene una forma de integración
y dominación, y no la forma de exclusión y segregación del EE.UU. Estas
dos observaciones apoyan la premisa de que hay una tendencia en el
pensamiento anglosajón a la dicotomía, a concebir las cosas en términos de
blanco y negro y no como son en realidad. Esta tendencia implica la actitud de
ver las cosas como si fueran contrarias la una a la otra. Desprestigia la
sutileza y sostiene una predilección distintamente
norteamericana por la cero tolerancia. La
intolerancia es inherente a un régimen totalitario, pero en la América del
Norte moderna, la cero tolerancia fue inventada como un término que había de
significar la eliminación del desorden social. También llamada
"vigilancia afirmativa" por sus proponentes, dicha política fue diseñada
por la policía para eliminar el descuido de los espacios públicos que se ve en
forma de ventanas rotas y graffiti. La invasión policíaca que resultó, y que
hoy llega a incluir hasta cámaras de televisión en las calles públicas en
algunas ciudades de Inglaterra y los EE.UU., cierra espacios antes abiertos para
los grupos sexuales minoritarios. A
principios del siglo XX, un juez de la Corte Suprema de los Estados Unidos,
Oliver Wendell Holmes escribió, "Me parece que la persecución de las
ideas es perfectamente lógica. Si uno no tiene ninguna duda sobre sus premisas
o su poder, y quiere un cierto resultado con todo el corazón, es natural que
exprese sus deseos legalmente, quitando de por medio toda oposición". Ochenta
años después de esta declaración, la cero tolerancia llegó a su apogeo en
los EE.UU. con respecto a los niños. Se lanzó una propaganda a gran escala en
la década de los ochenta, como parte de una campaña en contra de las drogas.
Unos pocos años después, el Congreso requirió que los estados de la unión
promulgasen leyes de cero tolerancia para prohibir las armas en las escuelas.
Las leyes que resultaron cubrieron una absurda variedad de cosas—al punto de
que, por ejemplo, un chaval de seis años fue expulsado de la escuela por llevar
una hacha de plástico con su traje del Día de Todos los Santos. El
académico Loïc Wacquant documentó cómo la cero tolerancia
norteamericana se
incorporó en los reglamentos policíacos para dar la luz verde a todos tipos de
represalias contra la gente pobre de las grandes ciudades, sobre todo en Nueva
York. Poco después, esos reglamentos se difundieron en Gran Bretaña y Europa
por el Departamento del Estado del EE.UU. y por el ex jefe de policía de Nueva
York, que se jubiló para convertirse en un asesor internacional de
criminalidad. Se propusieron como un nuevo método para combatir la
delincuencia. Cuando busqué por "cero tolerancia" en los sitos de Web
de México, encontré este término con mayor frecuencia en los servidores
gubernamentales, en sus proclamaciones en contra del crimen. La
cero tolerancia representa una continuación en el ámbito no físico de los
encierros de las tierras comunales de Inglaterra, que surgieron en el siglo XII.
Fueron aumentado durante la época de industrialización. Afectaron a mucha más
gente en los siglos XVI y XVII, precursores de la Revolución Industrial, un
poco antes del Siglo de las Luces. Los
encierros siguen hasta hoy en día, con la privatización de la atmósfera, los
recursos naturales de los océanos, las semillas de las plantas, los microbios y
otros organismos, hasta la estructura genética de los animales. Perjudican
fuertemente a la gente. Esto se puede ver con la privatización de los servicios
públicos, tales como los de la luz y el agua. La gente pobre en los países
tercermundistas ya no puede pagar la suministración de estos servicios
esenciales, y la gente en los países ricos sufre cortes en los programas
sociales porque sus gobiernos están pagando sumas exorbitantes para trampas
mercantiles maquinadas por empresas privadas como Enron. La
privatización de los controladores
de
las aeronaves en Suiza contribuyó probablemente a un desastre en el que
murieron docenas de personas, la mayoría de ellas niños. En México, el
gobierno quiere vender el patrimonio nacional —el petróleo—
al extranjero y en Venezuela, el gobierno progresista de Hugo Chávez sufrió un
golpe en manos de las fuerzas neoliberales —es decir, el EE.UU. y España— a
causa del petróleo. No
se trata nada más y nada menos que de la sustitución del factor humano con el
factor corporativo. Sus efectos conllevan la migración forzada, la despoblación,
el paro y menos biodiversidad. La
resistencia ha sido poca. Una que ha sido exitosa es la de los Zapatistas del
estado de Chiapas, México. Los Zapatistas levantaron armas no sólo por el
Tratado del Libre Comercio entre México y el EE.UU. sino también por los
encierros de los terrenos comunales. Un ensayo del colectivo norteamericano Midnight
Notes describe cómo el
gobierno mexicano enmendó en 1992 la constitución para que se eliminasen los ejidos.
Con la rebelión que llevaron a cabo el uno de enero de 1994, los Zapatistas
crearon un TAZ que todavía persiste, con el cual obligaron a que el ejercito
mexicano detuviera las invasiones de terrenos indígenas. Pero
hay reportajes de Chiapas de norteamericanos que actúan como consejeros
militares y están en los cuarteles de las tropas mexicanas, cerca de los
pueblos chiapanecos; asimismo, hay un incremento en el número de soldados
mexicanos que asisten a las escuelas militares de los EE.UU., como la infame
Escuela de las Américas (ahora llamada el Instituto
del Hemisferio Occidental para la Cooperación de la Seguridad). Se
especula que el gobierno estadounidense quiere calificar a los Zapatistas como
"terroristas". En Colombia, el grupo revolucionario FARC está
abordando ya un enfrentamiento con el gobierno ultraderechista patrocinado por
el EE.UU., por motivos del petróleo.
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