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VII. Afganistán: Un futuro espantoso

 

El mundo y estilo de vida de Afganistán y su pueblo están cambiando delante de nuestros propios ojos, gracias a los esfuerzos conjuntos de las fuerzas militares de la Coalición, la Organización de las Naciones Unidas y las organizaciones no gubernamentales... Es un tiempo inspirador estar en Afganistán.

—Craig Quigley, contralmirante, Marina del EE.UU.

 

La población indígena, situada muy lejos del modelo [del proyecto civilizatorio occidental] es la primera en ser enviada con todo su civilización al reino de lo indeseable... Lo indígena es lo que hay que extirpar, censurar, exterminar y en el "mejor de los casos": salvar, redimir, educar, transformar..., en fin, cambiar su realidad, negarla.

—Guillermo Núñez Noriega, antropólogo

 

Si la ONU, títere de los gobiernos neoliberales, logra remodernizar a Afganistán, su forma de conducta homoerótica indígena se acabará, destruida con la misma brutalidad que marcó la destrucción de las grandes mezquitas por las tropas imperialistas de Inglaterra hace 120 años. El opio era el motivo para los británicos, como hoy es el petróleo para los europeos, norteamericanos y japoneses que pagan por la reconstrucción del país y sosteniendo el nuevo gobierno.

 

Tan pronto como que el nuevo gobierno afgano tomó el poder debido a una trama de la ONU y el EE.UU., los medios preguntaron al presidente, Hamid Karzai, cuándo iba a frenar a los caciques. Una vez que Karzai haya consolidado su poder, los medios le van a preguntar por qué los ex-caciques y guerrilleros santos andan todavía con sus halekon, o sea chavales. Lanzarán más artículos homofóbicos, seleccionando casos extremos como, por ejemplo, de chicos violados, representándolos como práctica normal de los pastunes. Es un proceso integral de como se representa la realidad. Dice el antropólogo Núñez Noriega que estas representaciones hegemónicas se constituyen en la fuente principal de la construcción de las subjetividades y, con ello, de las relaciones de poder entre las personas. Se instalan como las únicas representaciones válidas y legítimas. Construyen el sentido de los límites y la censura.

 

En unos pocos años es posible que los adolescentes y hombres afganos que busquen amistades encuentren a su vez el ambiente oscuro de terror ya difundido en los Estados Unidos, donde un adulto que toca las entrepiernas de un adolescente es condenado como un depredador sexual, con una sentencia de cadena perpetua. Esta ola de represión ha alcanzado ya las orillas de los países europeos y asiáticos, cerrando los espacios que todavía permiten la conducta homoerótica en una de las formas predominante en la historia.

 

La cobertura de las prácticas sexuales de los pastunes por parte de los medios representa las primeras salvas en una guerra cultural. El profesor Edward Said delineó el proceso. Trató de los palestinos pero en su lugar se puede leer el halekína:

 

La falsificación masiva de la historia;

Una propaganda tan exitosa que parece que la gente tiene pocas connotaciones positivas;

Silenciar o hacer a la gente invisible;

Deshumanización de la gente;

Incapacidad de los lideres contrarrestar la propaganda en los países occidentales.

 

Quizás el proceso de la globalización es ineluctable. Muchas democracias neoliberales quieren dominar hasta que no queden culturas independientes, sólo un sistema de enlaces definidos por el intercambio comercial. Lo peor es que por primera vez hay un grupo de países sumamente poderosos promoviendo una política de cero tolerancia en contra de algunos aspectos fundamentales de la sexualidad, aliados en su meta con gran parte del mundo –los países islámicos– muchos de los que tienen una vista retrógrada de los derechos humanos. Estos dos grupos tienen una malinche[1] –la ONU– para llevar a cabo sus fines. Con tal combinación es posible que los espacios intersticiales lo que antes permitían la realización del deseo homoerótico cierren.

 

O puede ser que no. En Europa y Latinoamérica hay resistencia a la hegemonía política y cultural del EE.UU. Los países latinoamericanos se resisten también al neoliberalismo:  Venezuela, con un presidente progresista; Brasil, donde un candidato progresista puede ganar la presidencia en 2002; Perú, donde la mayoría del gabinete presentó su resignación debida a protestas populares en contra de la neoliberalización y Paraguay, que sufrió un estado de emergencia debido a protestas populares. Si las dos regiones deciden juntarse para defender sus intereses, pueden llegar a ser poderosas.

 

Los medios no nos dicen lo que debemos pensar; nos presentan los temas en los que podemos pensar. Mediatizan la verdad. Entonces, con respecto al halekína es mejor que les apartemos de los medios y les olvidemos, para poder recordar una cosa sencilla: los gobiernos neoliberales e islámicos se enfrentan con una fuerza que ha sido parte de la vida humana desde tiempos inmemoriales, una fuerza primordial. Esta fuerza es más poderosa que la política humana. Con el tiempo la superará.

 

Cuando Ustedes lean los artículos de los diarios, no olviden que el mundo en su infinidad es más maravilloso de lo que dice la prensa. Fernando Vallejo, autor colombiano, observó, "La gente es mucho más ambigua de lo que se piensa y las tendencias sexuales bastante más amplias de lo que se dice". Habló de los sicarios de Medellín, pero sus palabras valen por los pastunes y por todas las culturas humanas. 

—Mark McHarry, septiembre de 2002

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[1] Malinche fue la amasía de Hernán Cortés. Su habilidad lingüística ayudó los conquistadores ganar su triunfo contra el pueblo mexicano. La batalla final fue en agosto de 1521 a Tlatelolco, hoy parte de la capital de México. Una placa allá dice, "No fue triunfo ni derrota / Fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo / Que es el Mexico de Hoy." En México "malinche" es un sinónimo por la traición. Tlatelolco fue el lugar de una otra infamia, cuando soldados mexicanos mataron docenas de personas inocentes durante una manifestación pacífica antes de los juegos Olímpicos en 1968. Un monumento da los nombres de veinte de las víctimas, incluyendo a un chaval de quince años y una señora de sesenta años.